Siete ideas para compartir eficazmente a Jesús en esta Navidad


Publicado originalmente en Bitácora: el blog de VidaNueva

Algunos cristianos hemos desarrollado la habilidad de complicar lo que en realidad es simple. Los ejemplos son muchos pero, cuando se trata de compartir nuestra fe, toda clase de complicaciones viene a nuestra mente. A la luz de la historia de Ana, hija de Famuel, que estudiamos recientemente en VidaNueva y de la forma en la que ella reaccionó hablando de Jesús “a todos los que esperaban la redención en Jerusalén, compartir la esperanza que hay en Jesús es relativamente simple. Baste decir que cuando Ana –de más de 100 años– vio al niño en brazos de José y María… no se quedó ni quieta, ni callada; sencillamente, compartió con otros que lo había encontrado. Su estrategia consistió en buscar a los que esperaban que Dios les liberara.

Ahora, tú y yo podemos ser como Ana. Por eso, mi objetivo es ayudarte a simplificar algunos conceptos a fin de mejorar tu efectividad para compartir a Jesucristo en esta navidad.

Antes que nada, te recuerdo que esta es la mejor época para hablar de Jesús. Es Navidad, y por lo tanto hablar de su nacimiento es natural, al punto de ser negligente que no lo hagamos. ¿Con quien comenzar? ¿Qué decirle? ¿Cómo hacerlo? Bueno, veamos. Acá hay 7 ideas para ser tan efectivos como Ana y compartir a Jesús esta navidad:

  1. Busca entre tus amigos a quienes necesitan de Jesús. Identifica a quienes son cercanos a ti y están en la urgencia de ser liberados de una realidad que les aqueja. Ana sabía quienes eran, por eso no perdió tiempo y fue a buscarlos. No es difícil saber quienes tal necesidad, buscan la libertad quienes están atrapados por un problema en la vida. ¿A cuantos conoces que están así?
  2. Desecha el temor. Cuando hablamos de hacer que nuestro mundo conozca a Jesucristo corremos el riesgo de caer en el extremo de pensar que todas las personas son antagonistas a Jesús. Nada más lejos de la verdad; los hay, pero son pocos. En realidad, hay más personas fuera de una relación con Dios deseosos de encontrar la vida que hay en Jesús que creyentes en las iglesias dispuestos a ir a hablarles de Cristo.
  3. Haz una lista. No lo pospongas, hazla ahora mismo. Pon en ella los nombres de entre 5 y 10 personas de quienes sabes que tienen la necesidad de recibir la liberación que Jesús da. Cuando te cuestiones si debes incluir a alguien en la lista, hazte tres preguntas: ¿comprendo yo cual es la necesidad más grande que esta persona tiene?, ¿qué le pasará si no le hablo de Jesús? Y ¿qué es lo mejor y lo peor que podría suceder si le comparto a Cristo?
  4. Ora. Hazlo con la lista en tus manos. Pídele a Dios que te de gracia con cada uno, que te dé la oportunidad para que puedan conversar y que les dé a ellos la sensibilidad para escucharte.
  5. Contacta a las personas de tu lista de inmediato. Ana (que tenía 105 años o más), fue donde ellos. Tu caso es mucho más simple: llámalos, envía un texto, escribe en sus redes sociales. Mejor es, por supuesto, si los visitas (como lo hizo Ana). Lo ideal será que tales conversaciones lleven a una cita en la que puedan verse cara a cara “por la navidad”.
  6. Preséntales a Jesús. Hazlo mostrándoles la redención que hay en él y no la religión que alrededor de él hemos elaborado. Usa tus propias palabras, alejándote del lenguaje técnico que los cristianos ya usamos, pero que es incomprensible para quienes aún no conocen a Cristo. De hecho, en vez de usar el término “redención”, diles que él es “la salida” para sus vidas. Comparte tu propia experiencia de libertad. Pocas cosas son tan poderosas como el ejemplo personal.
  7. Deja que Dios haga la obra. Recuerda que –para que alguien se convierta– es indispensable que Dios obre en la vida de las personas en tu lista. Al hablar con quienes están en tu lista hazlo con convicción, convincentemente… pero entendiendo que solo el Espíritu Santo puede convencer a cada persona a escoger a Cristo. Ten, entonces, paciencia.

Esta Navidad compartamos la esperanza. Vivimos en un mundo que necesita de Jesús aunque, a veces, lo pasemos por alto. Piénsalo. Si Dios usó a una ancianita de 105 años, ¿cómo no podría usarte a ti?