Esta noche -por boca de David Chief Guadrón- Dios nos habló a todos los que estuvimos en Noche de Jueves… no sé a ti, pero a mí me gusta escuchar buena predicación, de la que surge directamente de la exposición del texto bíblico y no de las ideas del predicador… con la clase de aplicación a la vida diaria que te deja «rumiando» lo que aprendiste mucho después de salir de la Iglesia y en la que te es difícil pasar por alto la voz contundente del Espíritu cuando la vida te pone cara a cara con los temas que Dios desarrolló en el sermón expuesto. Te aseguro que esta noche la comida espiritual fue de lo mejor y que -yo personalmente- disfruté al aprender la Biblia y encontrar una conexión directa del Espíritu Santo a mi corazón.
¿Por qué te cuento todo esto?
Ahora te digo.
Uno de los pasajes en los que mi mente ha andado metida estos últimos días es 1Samuel 3. Este es uno de esos textos «clásicos» que todo el mundo conoce… aquel que narra el llamado de Dios al joven Samuel mientras él está durmiendo en el Templo (o el edificio que funcionaba como templo en esos momentos) y relata como Dios desecha a Elí por causa de su iniquidad. Esta noche no tengo tanto el propósito de desmenuzar el pasaje, sino de señalar una de las verdades más tristes de esa época… y de la nuestra. 1Samuel 3:1 dice:
El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.
La palabra de Jehová escaseaba… no había visión con frecuencia. Mucho me temo que en demasiados púlpitos esta es una realidad actual. No es que falten Biblias (las tenemos de todo tipo, color, versión, calidad y tamaño imaginables), pero falta Palabra. No es que falten «videntes»… pero falta visión. Solo basta encender la TV o la radio a las emisoras cristianas… o darse un paseo por algunas de las páginas web de las iglesias evangélicas más conocidas. El texto completo de 1Samuel 3 nos describe a un sumo sacerdote que ha comenzado a perder la capacidad de ver… y mucho me temo que los sacerdotes actuales (algunos de los cuales parecieran creerse «sumos») han perdido su habilidad espiritual para ver la escasez de Palabra entre la multitud de palabras humanas que salen de sus púlpitos.
No me gusta.
¿Sabes? no me parece raro que la Escritura diga (1Samuel 3:3) que Dios habló a Samuel mientras dormía… no me parecería raro que esto sea un cuadro de la condición de algunos de nosotros, durmiendo en la presencia de Dios mientras la luz está por ser apagada (algo que, por cierto nunca debía suceder). En realidad, hay muchas cosas en este texto que me llaman la atención por la tremenda similitud que guardan con nuestros tiempos… pero esta noche sólo quiero animarte a buscar, promover, desear, demandar, reclamar, exigir y nunca jamás… por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia aceptar que lo que se predique desde el púlpito en donde te congregas sea menos que la exposición no adulterada de la Palabra de Dios. Ora por tu pastor (o tus pastores) y anímales cuando enseñan la Biblia, diles claro que no estás contento cuando no es así. Si insisten en no predicar la Biblia, sal de allí y busca una congregación donde sí se haga. Apaga la Radio o la TV cuando uno de estos pseudo-predicadores de la Palabra estén pseudo-predicando sus pseudo-mensajes plagados de pseudo-elementos bíblicos. No importan si son amenos, graciosos, relevantes, directos, religiosos o lo que sea. Cuando se trata de predicación es imprescindible que haya Palabra predicada sin adulterar y que el predicador tenga una vida digna de imitar en el marco de la Palabra… ¿o no es así?
Esta noche me voy a acostar dando gracias a Dios por Chief (lo mismo digo de Alex y Koky, los otros pastores de Sitio de VidaNueva) y por todos los predicadores en muchos lugares que no permiten que la Palabra se extinga. Gracias a Dios por las iglesias y por las congregaciones que no se satisfacen con menos que Biblia predicada de manera sana.
No dejemos que 1Samuel 3 se repita en nuestros días.
Es tiempo de despertarnos del letargo en el que hemos caído.
Es tiempo de no conformarnos con falsificaciones baratas del evangelio.
La escasez de Palabra no es sólo responsabilidad de los predicadores… es también responsabilidad de los que los escuchan.
Nos vemos mañana.